Ya casi es la hora.
Caminan por la calle ojos con sonrisas y charlas
animadas que no quieren disfrazarse.
Ocho menos cinco.
Hago planes para dos en noche de luna
primaveral.
Imagino lo que le cuento, imagino
lo que me dice y su voz que aún no llega suena en mi adentro.
Anticipo su imagen doblando la
esquina y su gesto despreocupado.
El reloj me mira y le pido calma,
recostada en la columna bajo un cono de luz, desgrano quince minutos y se
me inquieta el alma.
Hasta que llegó su mensaje que ocultó
la luna y oscureció la noche. Cambió el cristal de la mirada, y se instaló el
reproche.
Como cae el rocío, se sintió caer
el silencio.
Veo rostros desconfiados que pasan apurados sin hablar.
Mustia, camino de regreso,
mientras releo tus excusas falsas
y ¡no te las creo!
Hay flores que se cierran de noche.
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