lunes, 8 de mayo de 2017

Colores y sexo

Salí de la facu y entré en la fotocopiadora. Necesitaba fotocopiar una cuadernola entera y quería ponerle tapas de plástico, además. Sí, es mucho más cómodo el uso del material encuadernado, pensé.
El pequeño comercio, atiborrado de todo tipo de cosas de papelería y más, era atendido por un hombre amable de menos de 40 años con pinta de ser el dueño. Otras personas, a mi lado, esperaban ser atendidas también. La comunicación era fluida entre cliente y comerciante, hasta que sobrevino el cortocircuito.

―¿Le ponemos tapas de plástico?
―Sí, buena idea.
 A continuación, un trueno fortísimo cayó dentro del local y sacudió la armonía de una mañana que prometía sol.
―¿De qué color querés las tapas, de varón o de mujer?
La pregunta me hizo mucho ruido, me descolocó, pensé que seguramente yo no había entendido la chanza, es que a veces no llego a descifrar, completamente, la ironía de los jóvenes.
―¿Es en serio? ―le digo, con una risita que no se concretaba.
―¡Sí, claro! Hay varios colores para elegir.
―¡Pero, cómo es posible que consideres hacer esa pregunta?
―Es que vienen muchos clientes que piden que el color de la tapa sea de mujer o de varón.
―No es mi caso. Esa idea la pusiste tú sobre el mostrador. Así están las cosas, y se reproduce el discurso aberrante de que los colores pertenecen a un sexo. Mostrás tu ideología, tu sistema de ideas aplicado, en este caso, a una simple carpeta y después nos quejamos porque...
Las palabras me brotaban sin que yo pudiera impedirlo desde un lugar profundo, lleno de luz,  y permanecían sobrevolando en espiral sobre nosotros.

Nadie más abrió la boca.
Salí a la calle sintiéndome satisfecha, caminaba apretando entre el antebrazo y el corazón la cuadernola violeta.



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